A veces la necesidad crecimiento personal de alguien que forma parte de un sistema trae como consecuencia, el emprender un camino propio, dejando la estructura común para permitir ese proceso. El sistema puede consistir en una sociedad, una organización laboral, una familia, una pareja entre tantos otros. Las partidas pueden ser abruptas, organizadas, tácitas, necesarias, oportunas, inesperadas, obligadas, desconcertantes, dolorosas, iracundas, imperceptibles, estas son algunas de las innumerables formas de partir. ¿De qué dependerá esa forma? ¿Quién tomará la decisión? ¿Cómo se comunicará? Creo que no hay una fórmula correcta. En algunos casos el sistema generará la oportunidad para que esa decisión tome forma y pueda salir. En otros, quien toma la decisión de partir creará las condiciones necesarias para que ello se produzca, porque de otro modo no podría exteriorizarlo. Quizás quien puede ver la necesidad de crecimiento del otro, le de su bendición para que continúe el camino. También existen las otras, las aparentemente menos amables, una discusión que permite liberar aquello que durante años fue creciendo en silencio, una enfermedad que muestra algo que no estamos escuchando, un amante (sea una persona o una actividad) que deja al descubierto algo que no funciona. Existen tantos modos como personas en el planeta, cada uno con su individualidad y su impronta. Lo ideal es enemigo de lo posible. En cualquiera de los casos, parecería que la comprensión necesita un lugar, sea por parte de quien toma la decisión o a quién se le comunica. Del mismo modo, parecería que la gratitud por lo vivido y compartido cualquiera sea su naturaleza, también lo requiere. No siempre es posible hacer lugar a la comprensión y la gratitud al momento que la decisión se exterioriza. El tiempo para hacer lugar a ellas no está determinado, y dependerá del proceso interno de cada uno. También habrá casos en los que no será posible y necesitamos aceptarlo. Lo importante es hacer consciente lo inconsciente.