Cuando éramos chicos se utilizaba esta expresión para aquella figurita que todos buscaban y pocos podían tener.
Te la cambiaban por un pilón, porque su valor era superior a cualquier otra figurita.
Como era difícil, hacías todo lo necesario para conseguirla. La buscabas en el parque, se juntaban entre amigos para recorrer lugares como parte de la búsqueda, era una actividad de grupo. Todos estaban dispuestos a hacer lo necesario para obtenerla.
En el teléfono se escuchó
-¡Sos la figurita difícil! Le dijo su amigo de la secundaria.
-Todos te estuvimos buscando para sumarte al grupo de Facebook.
Él sonrió como hacía tiempo no lo hacía.
Estuvieron hablando una hora, recordando anécdotas y haciendo un repaso por cada compañero de la secundaria.
-Nos estamos reuniendo. Te envío el video del último asado. Estamos todos grandes, gordos, pelados.
Se los veía felices.
Todo lo devuelve a Córdoba, su lugar de origen, y por un momento, es como si el tiempo no hubiera pasado.
Qué lindo tener amigos que te recuerden y que te busquen para seguir en contacto y saber cómo estás.
Qué justo llegó todo. Que importante es escuchar que uno es la figurita difícil, era lo que estaba necesitando para tomar consciencia de su propia importancia a través de los ojos de alguien que te quiere.
Le mostró fotos a sus hijos y se quedó mirando el teléfono y recordando.
Se comprometió a viajar para el reencuentro.
Todo esto fue posible porque después de 20 años de adaptarse para encajar, para que todo funcione, la vida le regaló la oportunidad de disponer de tiempo libre, tiempo para él, para mirarse y para abrir el Facebook (el “caralibro” como le gusta decir) y empezar de a poco a recuperarse a sí mismo.
La vida tiene esos momentos inesperados, sorprendentes y maravillosos que nos devuelven la identidad que pensamos perdida.