Ayer estuve mirando por segunda vez y con 51 años, la película Gente como uno (Ordinary people). La primera vez que la vi creo que tenía 15, en realidad no recuerdo bien mi edad. Si recuerdo, que lo que me quedó de esa película era que la madre del protagonista era fría como el hielo y que el problema era ella. A la luz de mi recorrido personal y con todas las herramientas adquiridas en el camino de la vida, hoy pude verla desde otra perspectiva. Cuando un joven ha protagonizado una desgracia familiar, es muy difícil salir del papel que tiene en esa historia. En este caso, ambos hermanos ( Bucky el mayor y Jarred el menor) habían salido a navegar, los agarró un tormenta, Bucky no quiso volver y el barco se dio vuelta. Bucky se soltó del barco, no sin antes hacerle prometer a Jarred que no se soltaría y se ahogó, Jarred se agarro de la quilla hasta que finalmente fue rescatado. Jarred empezó la película representando el papel del hermano del muerto, el sobreviviente, el suicida (pues tiempo después de lo ocurrido intentó suicidarse), el hermano que hereda los amigos de su hermano muerto, el nadador en el equipo de natación en reemplazo del hermano muerto, el hijo problemático que tapa los conflictos de una pareja que no habla y no tiene desacuerdos. Digamos que todos los personajes que representaba Jarred tenían en común, que lo vinculaban, en cuanto a su existencia, al muerto. La muerte de Bucky no solo se había llevado a Bucky sino también a Jarred como individuo. El destino había dispuesto que a partir de ese momento Jarred viviera su vida siendo el hermano del muerto. La forma de hablar , de vestir, de caminar, su rostro, en el principio de la película, se adecuan al papel que desempeña en esa historia. Lo interesante de la película para mi, es que muestra que la decisión de dejar de ser la persona que estaba destinada a ser (el hermano del muerto) y convertirse del algún modo en la persona que quería ser, es decir Jarred, era del protagonista. La decisión implicaba abandonar la historia escrita por otros para escribir su propia historia, y protagonizarla. Menuda tarea la del hermano del muerto de abandonar ese papel que le resultaba incómodo pero que conocía a la perfección y desempeñaba de modo magistral para tomar un lienzo blanco y elegir quien quería ser, escribirlo y protagonizar esa historia desconocida, con final abierto. El vértigo es mucho. Quién facilitó ese proceso de individualidad de Jarred durante la película sería su psiquiatra con quien puede hablar y vivir todas las emociones reprimidas y que le permiten diferenciarse del personaje que estaba representando, el hermano del muerto. A partir de ahí pueden verse los cambios no solo en las actitudes de abandonar lo ajeno para elegir vivir y escribir lo propio, sino en la apariencia corporal que muestra la luz de la libertad. En la medida que Jarred deja de representar su papel de hermano del muerto, comienzan a aparecer las desavenencias entre sus padres que nunca habían salido a la luz antes. Con la aparición de las emociones de Jarred, queda en evidencia la represión de la madre que antes de sentirse vulnerable prefiere abandonar el hogar. El camino que recorre Jarred hacia la singularidad lo lleva a la libertad que implica hacerse cargo de su propia vida más allá de las circunstancias o mejor dicho a pesar de ellas, para ser el protagonista y no una simple víctima.