«Entre el día en que por primera vez hablé con Ana  Laura y el día en que comenzamos a trabajar en la demanda de divorcio pasaron varios meses. Cuando recibí de su parte el panorama de acciones que podíamos emprender para salir de mi etapa de mujer casada de una forma ordenada y segura no me sentía lista para dar el primer paso.
Fue bueno sin embargo darme cuenta que gracias a la recomendación de una amiga en común iba a tener una voz profesional, equilibrada y sólida a mi lado para transitar un camino muy difícil en lo emocional y muy desafiante en lo económico.
Por empezar había tomado una decisión que, si bien motivada por la necesidad de preservarme y priorizar mi salud emocional (dejar el hogar conyugal y para mudarme a otro lugar más cerca del colegio de mis hijos) me ponían en una situación de vulnerabilidad patrimonial.
Recuerdo que ni bien lo supo, me alertó sobre las potenciales consecuencias en mis “derechos adquiridos”, pero empatizó y me transmitió su comprensión a mis razones de mujer para dar tal paso, mi imposibilidad de continuar habitando el lugar que albergaba tantas vivencias de familia compartidas con mi ex que en un punto me resultaban abrumadoras ante el “fin de la familia”.
Trabajar con Ana  Laura fue precisamente eso, formar un equipo con ella. A donde en todo momento le dejaba en claro que ella tenía la batuta y la última decisión. “Yo soy el sentimiento y vos, la lógica”. En un momento de mi vida en donde el shock del fin abrupto del proyecto familiar me tenía muy conmocionada, era consciente que las difíciles decisiones que me aguardaban tenían que ser tomadas con la cabeza fría, y por momentos yo no la tenía.
Ana  Laura, además de una enciclopedia de normas y regulaciones en materia de derecho de familia, es un ser humano capaz de ponerse en el lugar del que, siendo mujer u hombre, llegó a su estudio con la tarea de destejer la trama de un proyecto de vida que no resultó como lo esperado. 
Y me dio gusto ver que ella era capaz de entender y acompañarme en los momentos en que mis emociones me superaban, sin dejar de aferrarse y marcarme el camino de lo sensato, lo correcto, lo sustentable.
Trabajamos codo a codo, convencida que las “tareas” que me pedía, ya sea el interminable cuestionario inicial (que al final entendí para qué era), los análisis de gastos y las planillas…todo eso servía a la “construcción de la pretensión”, los ladrillos de esa hoja de ruta.
Todo en su trabajo es minucioso y cuidado, pero no obsesivo. Tiene un nivel de comprensión del panorama muy vasto y flexible. Todo el tiempo fuimos retroalimentando nuestra estrategia. Siempre se mostró abierta a incorporar mis sugerencias, a escuchar y reformular.
A cada paso sentía que, cada vez que cruzaba la puerta de su oficina para salir, podía dejar el tema en sus manos y, más allá de cumplir con sus puntuales pedidos, podía desconectar y soltar. Ella estaba a cargo.
Esta confianza en su solidez me permitió no obsesionarme con el tema. Desenchufar, olvidarme del asunto. Pude así calibrar la respuesta a una demanda que me marcó la cancha y me obligó a funcionar fríamente en un momento de vulnerabilidad emocional extrema.
Y creo que esto, a su vez, le permitió a Ana  Laura el aire para elaborar una estrategia dinámica, flexible, creativa. No nos atamos a dogmas, ni nos dejamos condicionar por preestablecido hasta el momento. Fuimos haciendo un camino. Juntas.»

L.C.E.