La subjetividad de lo ridículo

¿Por qué tenemos miedo del ridículo? ¿Qué es lo ridículo? ¿Es un lugar? ¿Es un sentimiento? ¿Es una sensación?  ¿Qué quiere decir la expresión “del ridículo no se vuelve”? ¿Tiene que ver con  la imagen que tiene el otro de mí? ¿Tiene que ver con la imagen que imagino que tiene el otro de mí? ¿Tiene que ver con la imagen ideal que tengo de mí? ¿Tiene que ver con la imagen real que tengo de mí? ¿Si alguien rechaza una idea o una propuesta mía, quedé en ridículo? ¿Si cometí un error, quedé en ridículo? La palabra ridículo tiene dos acepciones: la primera reticulus vocablo latino, que hace referencia a un bolso de mano de mujer para llevar pertenencias menores, y la segunda ridiculus que evoca extravagante, raro, peculiar. En la segunda acepción que parece la que se usa con mayor frecuencia, no encuentro el significado negativo que se le otorga. Esto me lleva a pensar que esa negatividad es algo adicional y depende de la subjetividad de quién utiliza el término. Para mí lo extravagante, raro o peculiar es lo diferente, con lo cual ridículo en lugar de ser un adjetivo calificativo negativo, evoca lo distinto y singular lo que constituye un halago. Si en cada una de las preguntas en las que aparece la palabra ridículo la reemplazo por extravangante, raro, peculiar, incluso diferente, cambia en absoluto la sensación que genera. Existe cierto miedo a ser diferente, extravagante, raro o peculiar, porque constituye un desafío frente a la masificación de pensamientos, ideas y valores. Probablemente, cuando Einstein,  Jobs y Darwin, entre otros,  empezaron a esbozar sus ideas sus pensamientos puede que hayan sido tildados de ridículos. Seguramente, estaban tan convencidos acerca de aquello que buscaban que no le dieron valoración alguna a lo que pensaran los demás de ellos. Tenían focalizada su atención en hacer aquello que los apasionaba, en aquello en lo que creían. Ser peculiar no es ni bueno ni malo, solo es. Ser peculiar tiene consecuencias que tampoco son buenas o malas, son diferentes. Parece importante tener en cuenta esto,  al momento de decidir o sacar conclusiones. Estas reflexiones apuntan también a evitar confusiones. Si rechazan una idea que propuse, es conveniente separar la idea de mi persona, pues cuando me identifico o siento que somos lo mismo, se puede concluir que lo rechazado es uno en lugar de la idea. Lo mismo cabe respecto del error. Trabajamos de modo diligente evitando el error. Cuando se produce es necesario considerar que la expectativa de imagen ideal, perfecta de nosotros mismos, nos aleja de la imagen posible y real. Los seres humanos somos falibles y  los errores nos permiten crecer y evolucionar, sin error no hay avance. El error es necesario e inevitable en el camino que recorremos. Para concluir, una reflexión final: parecería que nadie nos pone en ridículo, esto es producto de nuestra propia imagen interior y teniendo en cuenta que me considero una persona peculiar, la próxima vez que me digan que soy ridícula o que una idea o pensamiento mío lo es,  voy a decir “Gracias”, porque para mí constituye un halago.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *