¿Lamentarme o hacer algo?

¿Y si concretas tu proyecto a quién te parecerías menos?

¿Y si renuncias a tu proyecto a quien te parecerías?

Ambas son preguntas que pueden tener una única respuesta. Parece que no importa como la formules, sea por la disimilitud o por similitud,  estás frente a una encrucijada.

El proyecto parecería circunstancial y podríamos hacer el ejercicio de reemplazarlo por cualquier otra actividad, vocación, pareja, casa propia, empresa, independencia.

Qué pasa si la pregunta que nos formulamos es:

¿Qué deseo yo?

¿Tengo derecho a mis propios deseos?

¿Cómo hago para identificarlos si siempre me ocupé de ayudar a que los demás concreten los suyos?

¿Por qué es más fácil ayudar a otro a cumplir sus deseos que identificar los propios?

¿Será que nos conocemos menos de lo que pensamos y que nos da vergüenza admitirlo?

¿Vergüenza de quién? ¿Vergüenza de nosotros mismos?

¿Quién es la primera persona con quien nos conectamos al nacer? ¿Qué pasa si quien cumplió la función de cuidador (madre/padre/tia/ familiar) no conectaba con sus deseos?

Tengo una excelente excusa ¡no me enseñaron!

Pareciera que las limitaciones de mi crianza  pueden condicionarme, aunque también hay otra perspectiva también pueden  impulsarme. ¿De qué depende? Podría decirse que de nuestra actitud. Así, puedo elegir quedarme anclado en aquello que no tuve o pensar que puedo hacer con ello.

¿Lamentarme o hacer algo?

Les propongo hacer algo…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *